La vitamina D (también conocida como la vitamina del sol) es un nutriente esencial para una correcta salud pero, sobre todo, para el desarrollo. La piel es su principal fuente de producción, de ahí la importancia de la exposición a la luz solar desde bien pequeños. Sin embargo, el cuerpo humano también puede valerse de este nutriente a través de la alimentación y de los suplementos sin tener que exponer demasiado al cuerpo al efecto nocivo de los rayos ultravioleta y para prevenir un futuro cáncer de piel. 

Nunca se sabe cuándo es suficiente para producir vitamina D ni cuándo hay una deficiencia de ésta. Lo que sí se conoce es el riesgo de pillar una insolación, por lo que en EEUU existen Centros de Prevención y Control de Enfermedades que piden a los padres con hijos menores de un año que no los expongan directamente al sol. Si lo hacen, que sea con mucha precaución.

 

Buena salud ósea y menor riesgo de infecciones

Entonces, si tan importante es la vitamina D para el desarrollo y el sol tan peligroso para la piel de un bebé, ¿qué hay que hacer para que no tenga un déficit de la misma? Los pediatras y nutricionistas inciden en que los bebés lactantes deben tomar suplementos de vitamina D3 para poder cubrir las necesidades diarias de dicha vitamina. Los bebés hasta 12 meses han de tomar 10 microgramos diarios o 400 UIs (unidades internacionales) de vitamina D, mientras que los niños mayores de un año 15 microgramos al día o 600 UIs.

Un déficit de vitamina D suele ir asociado al raquitismo. Este nutriente garantiza una buena salud ósea (ya que mantiene el calcio necesario para la mineralización del hueso en formación y el desarrollo de la placa de crecimiento), un menor riesgo de infecciones y menor riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes (diabetes tipo 1 o hipertensión arterial) o alergias

Los expertos son claros a la hora de hablar sobre la importancia de la vitamina D y recalcan que hay que “tomarla” durante toda la vida. Para ello basta con tomar el sol (10 minutos al día es suficiente) y llevar una alimentación sana y variada. 

Los adultos y los niños mayores se aseguran de comer los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del organismo pero los lactantes no pueden, de ahí que necesiten suplementos para garantizar su dosis diaria de vitamina D. Del mismo modo, los niños que estén en algún grupo de riesgo (prematuros o con ciertas enfermedades) también han de valerse de tales complementos alimenticios, que pueden encontrarse en farmacias, parafarmacias y herbolarios cualificados tanto en gotas líquidas como en cápsulas.

 

¿Qué alimentos son una fuente de vitamina D?  

Sin duda, algunos pescados. Es el caso del salmón, el atún enlatado y la caballa. Asimismo, la leche y los lácteos como el yogur, el queso y la margarina (sobre todo si contienen calcio y vitaminas) también son una gran fuente de esta vitamina. También el zumo de naranja, las yemas de huevo, jamón, salami y embutidos y ciertos tipos de cereales fortificados. 

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