Cuando nos sentamos a la mesa no lo hacemos sólo con el propósito de saciarnos y llenar el estómago: también comemos por el puro placer de comer (de ahí las comilonas excesivas). También hay personas que comen (sobre todo snacks y chocolatinas) cuando la ansiedad hace su aparición. 

Aunque el objetivo de la ingesta de alimentos es ganarle la batalla al hambre para que nuestro organismo recargue energía, no siempre vigilamos lo que comemos, ingiriendo calorías vacías, lo que puede traducirse en un aumento (a veces bastante considerable) de peso en nuestro organismo y en problemas de salud (obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes…) y también de salud digestiva (nauseas, vómitos, diarrea, estreñimiento, hemorroides, cálculos biliares, colitis, tumores, entre muchos otros).

Además de prestar atención a cómo reacciona el organismo cuando ingerimos ciertos tipos de alimentos (la leche, por ejemplo, puede provocar diarrea a los intolerantes a la lactosa), también podemos vigilar las calorías de los alimentos para cuidar nuestra alimentación. 

Los expertos señalan que la pérdida de peso es cuestión de matemáticas. Aconsejan retirar calorías de nuestros platos poco a poco (100 de aquí, 50 de allá…) en lugar de hacerlo de una sola vez. Este pequeño truco puede ser muy útil a personas a las que les cueste seguir una dieta estricta. Así, retirando de la alimentación semanal 3.500 calorías puede perderse medio kilo de grasa. 

En cualquier caso, para perder peso hay que ingerir menos calorías de las que se consumen a lo largo del día. ¿Pero cómo podemos conseguirlo? A continuación te dejamos unos sencillos consejos para “recortar” calorías en tu alimentación diaria:

 

1. Los lácteos, mejor desnatados

La leche y los productos lácteos son la mejor fuente de calcio para el organismo, aunque la leche entera contiene más grasas saturadas, colesterol y calorías que su versión desnatada (un vaso de leche entera tiene unas 150 calorías, la desnatada 85). Tu tracto intestinal también notará el cambio.

 

2. Sustituye el azúcar por edulcorantes

Sólo la cucharadita de azúcar que añadimos al café contiene 15 calorías. Los edulcorantes, en cambio, no contienen calorías.

 

3. Postres bajos en calorías

Media taza de helado de chocolate puede contener cerca de 300 calorías. En cambio, un sorbete puede tener sólo la mitad. Y si son de frutas, aún reduciremos más las calorías sin renunciar al sabor.

 

4. Quítale la piel al pollo (o a cualquier ave)

Gran parte de la grasa de estos animales se suele acumular en la piel (al igual que los seres humanos). Quitando la piel a una pechuga o muslo de pollo puedes reducir unas 60 calorías. En otras aves como el pavo o el pato pueden reducirse aún más las calorías con este sencillo hábito.

 

5. Los estofados, más sanos que las barbacoas

Las carnes rojas contienen muchas grasas saturadas que se traducen en un aumento del colesterol. Según cómo las cocinemos podemos retirarles grasa. Así, ciertos tipos de carnes (sobre todo de cerdo) siguen conservando la grasa si las hacemos en una barbacoa. En cambio, si las cocinamos estofadas y dejamos enfriar antes de servir, podemos quitar la capa de grasa (que algunas personas denominan como “telilla”) sobrante y así reducir hasta 100 calorías en ese plato.

 

6. Lavar la carne picada

Una vez frita la carne, quítale el aceite sobrante. Después ponla en un colador y vierte agua caliente (previamente hervida en un cazo) en dos turnos: primero un vaso y después otro y verás cómo desaparece una gran cantidad de grasa (que pueden ser unas 100 o 200 calorías).

 

7. Tostadas antes que bocadillos

Un bocadillo con embutido puede aportarnos más de 300 calorías. En cambio, una tostada contiene unas 100 (según el tamaño y el pan). Si es de pan integral, mucho mejor, ya que su fibra será de gran ayuda a mejorar el funcionamiento del tracto intestinal.

 

8. Eliminar o reducir ingredientes en ciertos platos

Las salsas para la pasta, mejor con menos nata o menos aceite (ya que una cucharada contiene 100 calorías). Si usas mantequilla para ellas, elimínala.

 

9. Los aliños, mejor sin aceite

Casi nadie puede resistirse a rebañar el aceite de una ensalada con pan, aunque este gesto aporta muchas calorías. Si no puedes retirar el aceite por completo de la ensalada, usa menos, aunque también hay otros aliños que pueden resultar igual de sabrosos: zumo de limón, hierbas aromáticas o vinagre de Módena.

 

10. Verduras sin aceite

Como en el caso de las ensaladas, mejor aliñar las verduras con limón o hierbas aromáticas en lugar de con un chorro de aceite o mantequilla. Si no puedes sustituir el aceite, puedes usar un spray que rocíe una cantidad más pequeña.

 

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